Canqueto Norte 09 Dia 6. Mamiña

Por Eduardo "Mambito" Vera

Mamiña

Etapa 6 del viaje:

Luego de una noche de descanso notable en el magnífico Hotel del Club Militar de Iquique, sin duda el mejor alojamiento que tuvimos en todo el viaje, nos levantamos relajadamente a desayunar.
Destaco esto, porque creo que fue el único día un poco más relajado en la apretada agenda que es necesario cumplir para el éxito de un viaje tan largo.
De ahí a las motos, que a diferencia de otras etapas estaban más livianitas ya que una parte de nuestro equipaje lo dejamos en el Hotel.
Además lucían brillantes y limpiecitas ya que el día anterior las habíamos lavado con máquina en una Copec a la entrada de Iquique.
Subimos la cuesta donde lentamente se fue despejando para dar paso a un radiante día de sol que resaltaba un cielo azul intenso y diáfano. De ahí a Humberstone, un pueblo fantasma de la época del salitre, luego la ruta 5 hacia el sur y de ahí, a la altura de Pozo Almonte directo hacia la Cordillera una recta impresionante con ascenso permanente pero no muy pronunciado.
La consabida pausa para deshacerse de algunos líquidos molestos y un paisaje espectacular hacia el desierto con un horizonte interminable que nos recordaba que la tierra era redonda, por si es que se nos hubiera olvidado. Un paisaje y un silencio que se escuchaba y que nos invitaba a reflexionar….
Nuevamente el rugir de nuestros corceles se hizo sentir con fuerza y nos encaminamos en un paisaje un tanto diferente con cuestas más pronunciadas y curvas. Los cerros tenían mil variantes de colores arena y café que contrastaban con el límpido cielo azul.
Finalmente Mamiña. Un caserío pequeño con callecitas ascendentes y descendentes, algunas adoquinadas; no existía un Gran Hotel Termal Mamiña como me había imaginado sino que solo habían pequeñas residenciales con piscinas con agua termal.
Después de algunas vueltas tirando tierra llegamos a un hotelito sencillo pero que contaba con una piscina casi sólo para nosotros. El agua al principio no muy caliente fue mejorando gracias a 2 mangueras que colocaron y dio paso a una entretenida conversación entre el grupo, mientras esperábamos el almuerzo.
Nos atendieron muy bien y a un precio más que razonable.
La bajada, simplemente memorable, a la vela, escuchando el silencio y encontrando una paz interior poco antes experimentada que hacía sedimentar las emociones vividas.
Ya cerca de la ruta 5 encendimos nuevamente motores y nos encaminamos hacia la puesta de sol en la bajada a Iquique.


VER LAS FOTOS